Sunday, February 20, 2011

My Wish for Cuban Youth: Part 3

This post marks the third entry for the current Roots of Hope blog prompt: "My Wish for Cuban Youth."

Sueños cubanos, cambios internos

By Raciel Alonso

Una buena amiga mía, cubana y bienintencionada, para explicar la letargia que parece inundar la juventud de Cuba dijo que la pereza es algo natural, innato en la isla. Nunca he estado de acuerdo con esta afirmación que no es extraña a mis oídos y, para refutar definitivamente su convicción, tuve que pensarlo un poco.

Resulta bastante fácil, a veces, desde este lado del charco estrecho y profundo donde el mundo se entiende de otra manera, dictaminar sentencias que interpreten de una forma reduccionista los diversos factores que impulsan y fecundan el estado de parálisis en el cual se encuentran los jóvenes cubanos. Yo mismo, confieso ante los ojos impávidos del mundo, he sido víctima de la acumulación de frustración que lleva a semejantes conclusiones. Sin embargo, es preciso y necesario examinar cuidadosamente el contexto histórico-político de Cuba para empezar a comprender por qué las cosas son como son.

Lejos de ser una infausta herencia biológica de nuestra estirpe, el estancamiento que nota mi amiga (y que no niego, por cierto, sino intento anclar a la realidad más concretamente) se produce mediante una cantidad de factores culturales que serían demasiados para enumerar en este blog. Me limito entonces a identificar los tres que a mi modo de ver las cosas han contribuido más a la situación antes mencionada: más de tres siglos de colonialismo, cincuenta años de socialismo malinterpretado y un instinto de supervivencia irreprochable.

Lo primero y lo más alejado del mundo cotidiano son los casi cuatro siglos de colonialismo (económico, político, cultural, etc.) que no por ser parte de un pasado remoto dejan de repercutir hasta hoy en la isla. Dicho periodo fomenta, con la ayuda de una sociedad conscientemente tratando de homogenizarse, una hegemonía social que se encarga de atropellar cualquier manifestación de resistencia. Cuando el resto de Latinoamérica se rebela y no es ya posible contener el viento del cambio, el pueblo consigue su independencia en la dimensión política (quizás simbólica), pero la ideología colonial y su vasallaje económico-cultural perduran.

Cambiada la corona por el ídolo de la nación, no hay cambios más que superficiales. De ahí la Cuba en la cual hasta mi niñez (ya que salí de la isla a los diez años), a pesar de refugiar una población afro-cubana y mestiza mayoritaria, tener ascendencia española era de lo más chévere y todo el mundo sabía que “hay que mejorar la raza.”

Con la llegada del socialismo ocurren otros cambios en la superficie política de Cuba. En vez de ser todos iguales bajo el amparo de la ciudadanía, entonces todos eran miembros de una misma clase económica. Pero la realidad seguía siendo inequívoca: asimílate al sistema o te venceremos, “en la unión esta la fuerza” y cuidadito con llevarle la contraria al Fifo. Desnutrida por un doble embargo económico-informático, el primero impuesto desde afuera por los Estados Unidos y el segundo desde adentro por el hermetismo socialista, la disidencia en Cuba se fue apagando poquito a poco para ser reemplazada por la necesidad y un sueño alucinante.

La caída de la Unión Soviética y el abominable “periodo especial” consecuente terminan de domar el espíritu cubano bajo el yugo de la carencia. ¿Cuánta gente en realidad va a preocuparse de cambiar el sistema cuando no tienen leche para sus propios hijos? No dudo que exista, pero no la suficiente como para estallar la bomba. En cambio, la juventud cubana se contenta con soñar con el fabuloso viaje a la Yuma, volar lejos del hambre a dónde los apagones constituyen sólo malos recuerdos, o simplemente esperar que caiga del cielo la invasión americana que salvará instantáneamente al pueblo.

No les reprocho a mis hermanos cubanos este deseo; quizás yo en su lugar pecaría por lo mismo. Pero si se pudiera cumplir tan sólo uno de los míos sería que ellos despertaran de este ensueño. Que comprendieran que nada que valga la pena lograr se consigue sin esfuerzo. Que si verdaderamente quieren cambiar sus circunstancias miren hacia dentro. Que el cambio en Cuba no puede venir más que de ellos mismos y sí es posible y necesario y bello.

¡Abran los ojos y luchen por lo que es de ustedes!

A todos ustedes les dedico este poema, a todos mis hermanos, que siempre sigan soñando sin conformarse con lo dado, ni lo vivido, ni lo arrebatado...

La isla del encanto

Al otro lado del charco
se alza mi patria sonora,
al otro lado del charco
dentro de su tierra angosta.

Sobre una palma posada
luna de ensueño reposa
su delirio congelando
soldados entre sus botas.

Yerbabuena con el viento
menea sus carambolas
mientras dígitos tantean
las yemas de la amapola.

Hechizos y brujerías,
los naipes de la derrota,
en un humo verde olivo
abrasan todas las costas

y los caracoles bailan
su danza amenazadora
de corales y aguardiente
que apuntan hacia la aurora.

Pero la fiesta no es
no puede ser otra cosa
que un espejismo plateado
donde vuelan las alondras,

con manos por todos lados
y triste dolor de conga
en su inocencia de lirio
el hombre se vanagloria.

Se oye en las callejuelas
un frágil rumor de pólvora,
la flor de leve camino
trémula vive en la sombra.

En lo alto de la palma
la luna se desmorona.
Por el horizonte rompe
blanco danzar de palomas.


Raciel Alonso was born in Cuba and lived there until he was about ten years old. He received his Masters in Spanish Literature from the University of Florida last May. He is currently working on his Doctorate at the University of Kansas, concentrating on 20th Centruty Latin American Poetry.

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